El silencio de la escritura by Emilio Lledó

El silencio de la escritura by Emilio Lledó

autor:Emilio Lledó [Lledó, Emilio]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Filosofía
editor: ePubLibre
publicado: 1998-09-15T04:00:00+00:00


5. Los presupuestos del comprender

En relación con la comprensión del texto como objetivo histórico cabe enfrentarse con algunos presupuestos que condicionan los fundamentos, los sentidos y las posibles formas de verdad de lo que el texto dice. Es posible presuponer también que lo que los filósofos escriben está sujeto a una múltiple lógica que enriquece, pero, al mismo tiempo, dificulta el sentido de sus propuestas. Esta lógica tiene que ver con los planos que se interfieren en los sintagmas que encauzan los contenidos de la filosofía. En esos contenidos, bajo la forma de paradigmas ausentes, actúan esos presupuestos condicionantes que vuelven, de nuevo, a plantearnos la compleja constitución del logos escrito, de su interpretación y de sus sentidos. Aludiré, aunque sea muy concisamente, al marco en el que algunos de ellos se manifiestan:

1.—En primer lugar la tradición, que se hace presente en cada lector al proyectar sus intereses teóricos sobre un suelo de problemas heredado, con el que siempre ha de contar rechazándolo, asumiéndolo, modificándolo. Esto es posible, una vez más, porque son el lenguaje y la escritura el cauce que permite alcanzar los distintos niveles de la tradición, y hacerla presente. El logocentrismo que implica esta peculiar forma de hacerse real el pasado, no es una limitación de la ontología que pudiera manifestar los problemas del ser en la raíz misma de su natural génesis. El problema del ser es resultado de una interpretación, y todo ser que puede comprenderse y, desde luego, interpretarse, es lenguaje. No hay comprensión fuera del cauce del lenguaje y fuera de la tradición que lo aglutina.

Una supuesta ontología libre de interpretación implicaría la posibilidad de entender lo real humano, desde el concreto espacio de su propia naturaleza, sin estar atenido a una tradición que cierra el camino a la posible espontaneidad del ser. En un determinado nivel metafísico, Heidegger aludía a esto, con su propuesta del «olvido del ser». Sin embargo, un ser no dicho, un ser desgarrado de su propia historia semántica, es un ser limitado exclusivamente al espacio de la existencia —en este caso de la naturaleza—, bajo la forma de corporeidad. Como anteriormente se indicó, esa corporeidad es la manifestación del verdadero enraizamiento de la existencia humana: pero la cultura hace de ese cuerpo natural, más allá del formidable imperio de sus leyes siempre presentes, una ontología semántica, una ontología en la que empiezan a tener más importancia que las cosas, los signos que las dicen. Lo cual no deja de ser coherente con el verdadero significado de «ontología» que es, efectivamente, tal como su etimología indica, un logos del ser, o sea, un ser necesitado de la teoría que el logos supone para construir su realidad. Aunque fue, al parecer, en el siglo XVII, cuando Goclenius en su Lexicon Philosophicum utilizó, por primera vez, el nombre ontología, ya Aristóteles había aproximado los conceptos que componen la etimología de ese término, en su certera expresión sobre las múltiples formas de decirse el ser, légetai tó ón pollachôs (Met. IV, 2, 1003b 33).



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